PAUSA
Acecha arrebujada en las paredes de las ramblas sucias,
sumergida en mares de gente sudada y voces turbias.
Y yo esperando encuentros amargos o felices, y huidas
hacia el sol, quemado por rayos ultravioleta
junto a húmedos cuerpos rebozados de arena
que traman cervezas en las terrazas de piedra.
En las subidas de la ciudad escrito, un epitafio
del fuego de la vida, en sus aceras pintados
océanos bravos, la niebla mojada y el viento helado.
Entre montañas cubiertas por un inmenso manto
de cascadas que se pierden tras el desierto seco y ralo
al llegar a la babilonia luciferina que enrojece al diablo.
Saliendo de la cueva la tierra roja, una luz azul veo y verde,
una herradura que espanta y nos aleja de la mala suerte,
desde las grandes rocas hacia las alas sin mancha ni muerte.
Seres benditos, coronados entre estrellas de nombres extranjeros
en una tierra donde todo puede ser verdad y nada es cierto,
rodeada por doce líneas y una palmera que sobrevive al fuego.
Hasta casa me persigues, Vida, como si fuera un castigo.
pero apuesto a que no sabes que no me arrepiento
de lo que hice, sino de lo que por hacer me dejo
Una caricia, un abrazo, un guiño.
Un beso.
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